¿A quién no lo persiguen miedos de algún tipo?. Lo aprendido a
través del dolor, de las experiencias ingratas y lo que crecimos a
pesar de nuestros temores, sólo podremos apreciarlo en
retrospectiva. Durante un momento de dolor o cuando sentimos la
presión de una ansiedad abrumadora, lo único que percibimos es la
ausencia de paz, de alegría, de seguridad. Sin embargo, deberíamos
recordar que ninguna carga penosa, ya sea la angustia que oprime y
paraliza, o una relación en la que nos hemos convertido en víctimas,
nos "acontece" sin nuestro consentimiento -no importa cuán pasivo
haya sido éste.
Tenemos la libertad de rechazar todas las cargas y las condiciones
malsanas. No liberarnos de los pesares y aferrarnos a ellos
pareciera ser una característica de la condición humana. Tal vez
sólo sintamos desconsuelo al recordar las luchas que libramos, las
que nos llevaron a la confusión o a no aceptar nuestra
responsabilidad en ellas, pero esto mismo debería hacernos recuperar
nuestras fuerzas y nuestras posibilidades de crecer.
No somos individuos indefensos y sin valor, a merced de nuestros
vínculos afectivos, sino que somos socios absolutos, y en todo
momento tenemos derecho y poder para restablecer los términos del
contrato. No es necesaria una omnímoda voluntad, sólo hace falta el
amor y el respeto a nosotros mismos.
Hoy soy libre para ser quien yo quiero ser.
Para lamentarme o para luchar
Para sumar o para restar
Para trascender o para quedarme
Para aceptar o para rechazar
Para consentir o para limitar
Para estar en la cima o para estar en el llano.
Para ser yo quien camine seguro por la vida
o para permitir que la vida me camine…
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